A partir de la década de los setenta, estudios científicos de distinta procedencia han ratificado, de manera concluyente, las propiedades del aceite de oliva para la reducción de las tasas de colesterol y la prevención de las enfermedades cardiovasculares del organismo.
Los beneficios que sobre la salud ejerce el aceite de oliva fueron reconocidas institucionalmente por el Senado estadounidense, que elevó la dieta mediterránea a la categoría de modelo alimentarlo. Desde ese momento, el aceite de oliva se convirtió en un producto dietético de lujo en el mercado estadounidense.
Firme en la defensa de sus convicciones, la dietética de vanguardia arremete en la actualidad contra las grasas de origen animal, cuyo excesivo consumo empobrece los hábitos nutritivos de numerosos países desarrollados. Finalmente, investigaciones de todo tipo han constatado la vinculación entre el consumo del aceite de oliva y la reducción de la tasa de mortalidad por arteriosclerosis e infarto de miocardio, así como la menor incidencia de ambas enfermedades entre colectivos habituados al consumo de pescado, verduras y aceite de oliva.
Pero el jugo de la oliva posee otras muchas virtudes, tales como prevención y tratamiento de las úlceras del aparato digestivo, estimulación del crecimiento óseo y favorece la absorción de calcio y mineralización de los huesos, resulta excelente contra el bocio, previene los efectos nocivos de la edad sobre las funciones cerebrales, actúa de lubricante de la sangre limpiando los residuos de las arterias, etc.
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